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Crónica de los disturbios

23/03/2014

En esta crónica pretendo hacer llegar a las personas que no presenciaron los hechos y que se dejaron malinformar por los medios de comunicación, llenos de tertulianos que no fueron testigos de lo acontecido, la realidad de los disturbios que se produjeron ayer, 22 de marzo, en el final de las Marchas de la Dignidad que llegaban a Colón desde todas partes de España.

Un servidor llegaba a las 16:30 a la Plaza del Emperador Carlos V, en Atocha, donde la manifestación debía empezar su recorrido a las 17:00. Sin embargo, en ese momento, miles de personas, pancartas y cabeceras de todos los sectores de la clase trabajadora ya abarrotaban las calles y los mas adelantados ocupaban el Paseo del Prado hasta Neptuno. Este era el panorama a las 16:30, con lo que todavía faltaría un montón de gente que se debía sumar a la cola de la manifestación a partir de las 17:00.

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Si tengo que definir el ambiente de la manifestación durante todo el recorrido, sería de excesivamente tranquilo, apenas se oían consignas, excepto en algunos sectores donde los gritos de rabia tenían mayor repercusión en sus alrededores. Fue, más bien, una manifestación que será recordada por «la manifestación de las banderas». Se distinguían banderas federalistas de Castilla, Cataluña, Andalucía, Galicia, Extremadura, ikurriñas, alguna de Navarra, del SAT, CNT y CGT, además de la bandera de la Segunda República, la más numerosa. Quizás, el sosiego venía marcado por los cientos de kilómetros que muchos de los manifestantes llevaban en sus pies, por los himnos y canciones protesta que sonaban por los altavoces y por el hecho de que la media de edad se podía situar en los 55 años, debido a la ausencia, como tristemente suele ser normal, de jóvenes estudiantes. La movilización sólo se animó en los últimos metros del recorrido. Conforme nos acercábamos a Colón, un montón de personas que, por su edad y por su estado físico hubiera sido demasiado cansado realizar la marcha completa, nos esperaba en los laterales del Paseo de Recoletos. En su mayoría eran personas mayores y dependientes que gritaban y aplaudían con fuerza por una sanidad, educación y agua públicas.

DSC_0057Llegué a Colón a eso de las 19:00, estaba en la parte más adelantada de la movilización y tocó esperar a que los organizadores comenzaran sus discursos sobre el escenario. En Génova se podían atisbar docenas de lecheras policiales y un fuerte dispositivo de seguridad. No había ninguna opción de que nadie llegara a Génova, ni siquiera por teletransportación. Cuando comenzaron los discursos, las consignas «Sí se puede», «El pueblo, unido, jamás será vencido», «Ningún ser humano es ilegal» o «Gobierno Dimisión» eran gritadas al unísono por todos los que habíamos podido entrar en la plaza. Los momentos de mayor rabia y exaltación llegaron con los discursos del joven representante de las marchas murcianas y Diego Cañamero, el último en hablar. Eran las 20:00 aproximadamente.

Tras Diego Cañamero, los que ocupábamos la plaza de Colón comenzamos a disolvernos, mientras en el escenario aún actuaba la orquesta «Solfónica». En mi caso, retrocedía lo andado y veía como las cabeceras de Izquierda Anticapitalista, algunas por la educación pública catalana y otras de salud o agua públicas continuaban el recorrido con la esperanza de poder llegar a Colón, al mismo tiempo que me metía a descansar en el Marca Café, unos metros más abajo de  Colón.

Pocos minutos después, vía twitter, la Agencia EFE y otros usuarios de la red social comenzaban a transmitir que se estaban produciendo cargas policiales. No pasó ni un minuto de eso cuando, a través de las cristaleras del Marca Café, multitud de manifestantes que ya regresábamos de Colón presenciábamos como la policía reventaba las protestas de aquellos que aún estaban a algunos metros de completar la marcha. La ira y el odio comenzó a expandirse en el interior del bar, entre personas de 50 años, nada de jóvenes antisistema ni neonazis griegos. Tras la tensión que se estaba viviendo dentro y fuera del bar, los que estábamos en el interior decidimos salir a la calle, sentíamos que nos la estaban quitando.

Cientos de personas, de todas las edades, retrocedían y avanzaban hacia la barrera policial que poco a poco iba avanzando lanzando pelotas de goma contra el suelo. En un intento de evitar que la violencia policial siguiera avanzando calle abajo, un grupo, ahora sí, de gente más joven, quema una caja de cartón en medio del Paseo de Recoletos. Probablemente también se estuviera quemando material plástico porque la llama duró bastante tiempo, pero ésta era mísera y apenas levantaría medio metro de altura. Muy poco después, llegó un camión de bomberos y los manifestantes aprovecharon para avanzar algunos metros tras él, al grito de «Sí se puede». Entonces, la policía comenzó a cargar a diestro y siniestro contra gente que portaba pancartas y que no causaban ningún peligro. Sólo a partir de estas cargas salvajes y descontroladas se empezaron a encender las primeras bengalas y algunos fuegos artificiales.

Un grupo muy numeroso de manifestantes, quizás unas 500 personas, se vieron acorraladas por la policía en Recoletos y la gente comenzó a correr por las calles aledañas. Para evitar que la policía irrumpiera con sus furgones en dichas calles, algunas personas tiran un contenedor y una valla del Ayuntamiento en la calle de Recoletos, perpendicular al Paseo del mismo nombre. Llegados a la Plaza de la Independencia, la tranquilidad es absoluta y, los que venimos de presenciar las cargas policiales, avisamos a un grupo de vascos y catalanes que se disponían a bajar por la calle Alcalá hacia el Paseo del Prado.

Es necesario recordar que todo esto se produce en un periodo de tiempo muy breve, mientras en el escenario los actos de la organización continúan. La manifestación estaba legalizada, si así se puede llamar puesto que ninguna concentración necesita ser comunicada, hasta las 21:30, pero ni siquiera era esa hora. Estos acontecimientos se producen en torno a las 20:30.

DSC_0061Según algunas informaciones, un grupo de manifestantes intentaron levantar una carpa por la tarde, más o menos a las 18:00 ó 18:30 en la Plaza de Colón, debajo de las Torres de Colón, el edificio de la Mutua Madrileña. En ningún caso se puede justificar la represión policial por este hecho, puesto que se produce dos horas antes y en el lado contrario hacia donde avanzan las cargas. Ninguna acción policial estaba justificad, salvo la de evitar que nadie pasara a la calle Génova, para evitar disturbios. Lo único que debían hacer era proteger esa zona y aguantar el tipo, puesto que no había peligro alguno y la manifestación transcurría con normalidad absoluta. Sin embargo, no estamos acostumbrando a que, tras la finalización de cualquier manifestación, la policía tenga que cargar para disolver cualquier núcleo de manifestantes por la fuerza, lanzando disparos de pelotas de goma por mera prevención, generando pánico, inseguridad, tensión y la reacción de los manifestantes, produciéndose disturbios que, hasta la acción policial, no existían.

Rodrigo Rodríguez Porras @rropdriporras

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